La sonrisa es el gesto con el que demostramos que estamos contentos y generamos complicidad. Sonreímos desde que somos bebés y así favorecemos el apego, la relación con los demás y definimos la propia identidad. Pero ¿todas las sonrisas son iguales?
Guillaume Duchenne estudió lo que en su honor se denomina la “Sonrisa Duchenne”, la sonrisa sincera muy difícil de fingir y que consiste en:
La comisura de los labios se levanta. La piel del contorno de los ojos se arruga. Frente a lo que se ha dado en llamar irónicamente la Sonrisa Pan-Am (en referencia a la sonrisa de las azafatas de la aerolínea americana) más artificial similar a la forma en la que algunos primates sonríen forzando la comisura de los labios.
D. Keltner y L. Harker de la Universidad de California estudiaron 141 fotos del anuario de 1960 de dicha universidad. Contactaron con las mujeres que aparecen en el mismo 27, 43 y 52 años después y les preguntaban por su vida de casadas y satisfacción vital.
Llegaron a la conclusión de que las mujeres con la sonrisa Duchenne tenían de media:
- Más probabilidades de casarse
- De mantener su matrimonio
- De experimentar mayor bienestar personal
Otros estudios han seguido a este clásico y han llegado a la conclusión de que las personas con una sonrisa genuina tienen más posibilidades de ser felices y a estar satisfechas con sus vidas.
Además, la sonrisa Duchenne se convierte en un buen instrumento para predecir y favorecer la felicidad y longevidad en una relación de pareja.