Archivo de la etiqueta: Relaciones

¿Qué prefieres: tener razón o ser feliz?

Tiene razón, la amargura es un veneno poderoso que contamina todas las áreas de la vida y a todo aquel que se acerca. Es un cóctel tóxico cuyos ingredientes son la tristeza por uno mismo, por lo que pudo ser y no fue

Por Isabel Serrano-Rosa (c)

«Amargura no, por favor. Puedo soportar sentir tristeza, enfado, asco y miedo, pero la amargura es lo peor» Son las palabras de María que se enfrenta a un divorcio conflictivo. Tiene razón, la amargura es un veneno poderoso que contamina todas las áreas de la vida y a todo aquel que se acerca. Es un cóctel tóxico cuyos ingredientes son la tristeza por uno mismo, por lo que pudo ser y no fue. Se añaden grandes dosis de resentimiento hacia el otro, por lo que debió hacer y no hizo y de frustración hacia la vida por sus injusticias.

Es un verdadero obstáculo en el camino de la recuperación, pues el pesimismo y el malhumor tiñen cada segundo. En el caso de María, es la decisión de su hijo adolescente de vivir con su padre que «ha comprado su voluntad con el dinero que yo no tengo», relata. Lo sucedido es, a todas luces, injusto para ella que se ha desvivido por su vástago todos estos años. Sin embargo, sus buenas razones para estar triste y enfadada le están amargando la vida. Está siempre enfadada, con una actitud cínica y negativa ante la vida. Lanza pullas a todo el que se acerca, le molesta la alegría de los demás y la relación con su hijo se ha llenado de sarcasmo. Cada momento de su día tiene un sabor amargo.PUBLICIDAD

LA AMARGURA CLAMA JUSTICIA

Gritar con fuerza «hay que hacer algo» cuando sucede una injusticia es una afirmación legítima que ha ayudado a conseguir muchos logros. Sin embargo, la trampa del amargado es considerar que ese algo lo tiene que hacer otro, el ofensor, ya sea el hijo, el marido, el amigo, el gobierno, el político, la empresa o el mismo Dios llegado el caso.

Para justificar su postura, tiene una larga lista de buenas razones. Es en este listado donde se esconde el veneno: el impulso a actuar que promueve la ira se da de bruces con la pasividad de la pesadumbre que dice «no es a ti a quien toca mover ficha, tú eres la/el agraviada/o».

Este conflicto es la antesala de la llamada indefensión aprendida, término acuñado por Martín Seligman, conocido por ser el padre de la Psicología Positiva, la ciencia que estudia el bienestar. Supone vivir bajo el yugo de una situación injusta o dolorosa, pero haber tirado la toalla pensando que no hay nada que puedas hacer para cambiar las cosas. Estos pensamientos se observan a menudo en las víctimas de maltrato y abuso y son precursores de la depresión, la adicción y los trastornos de ansiedad entre otros.

¿No te has preguntado alguna vez por qué hay gente que le habla a la televisión para clamar justicia? Justo lo que le sucede ahora a un caballero sentado en la mesa que tengo al lado en una cafetería. «Seguramente, lo hace para esquivar la indefensión aprendida», me digo. Mientras se aúlla como un lobo contra la pantalla, la fantasía de hacer algo está activada. Si cuando se apaga la tv el malestar persiste a lo largo del día ¡estás infectado de amargura!

¿PREFIERES TENER RAZÓN O SER FELIZ?

Esta pregunta era un clásico de los cursos de desarrollo personal y autoestima hace años. Perseguir a toda costa llevar razón es un motivador, a priori, para luchar contra las injusticias, pero se paga el peaje de vivir alejado de otras grandes emociones motivadoras como son la alegría y el altruismo. Por no hablar de la conducta de evitación de los demás. Sin embargo, el riesgo mayor es convertirse en una persona amargada, con pensamientos rígidos y conductas ofensivas, eso sí, muy bien justificadas.

La respuesta de los asistentes al curso más amargados solía ser «a mi lo que me hace feliz es llevar razón» y abandonaban el aula airados, para después meter pullas, ironizar y desdeñar al resto de participantes a los que llamaban ‘flower power’. La amargura considera ingenua y superficial la necesidad de felicidad.

Un estudio encargado por EL MUNDO a Sigma Dos evidenciaba que el 55,3% de los jóvenes entre 18 y 29 años prefería estar en el paro a seguir trabajando en un puesto que les hiciera infelices. «Los jóvenes se han cansado de vivir para trabajar», concluía la investigación. Buscar una vida mejor que la de sus padres determinada por la productividad a toda costa es un deseo comprensible y que los jóvenes se pongan manos a la obra para conseguirlo también.

Sin embargo, la amargura puede estar al acecho detrás de su objetivo. Por una parte, la frustración por la realidad que no se puede cambiar fácilmente puede llevar a renunciar y rendirse antes de tiempo, a hacer desconfiar de las propias capacidades y teñir la vida de desilusión. No tener recursos para persistir ante los retos es un efecto negativo de la sobreprotección en todos los ámbitos.

El otro aspecto es la ilusión de control, alimentada por la cultura tecnológica donde parece que la realidad es fácilmente controlable con un ‘click’. Esta ilusión se derrumba ante las tragedias de nuestra vida o la incapacidad para ponernos de acuerdo incluso en aspectos cruciales para todos. El control lleva al descontrol y, de ahí a la desesperanza y la amargura, hay solo un paso.

El psicólogo Paul Watzlawick, en su libro ‘El arte de amargarse la vida’ (1983), medio en broma medio en serio afirma que «llevar una vida amargada lo puede cualquier, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende«. La amargura no siempre tiene que ver con los eventos externos sino con una actitud vital negativa y derrotista provocada a menudo por viejos patrones y hábitos. Como dice el proverbio: para algunos no hay nada más difícil de soportar que una serie de días buenos.

María, mi paciente decidió abandonar la amargura y reconciliarse con su hijo «porque -tal y como aseguró- hay cosas que no se compran con dinero». Y tú, ¿qué prefieres tener razón o ser feliz?

Cómo apoyar a un amargado (sin que te intoxique)

«La realidad es como es y en ella se oculta la felicidad que no proviene de la manipulación de los hechos o personas sino del desarrollo de la paz interior, aún en los desafíos y dificultades», afirma Robin Norwood, psicóloga especialista en dependencia emocional. Las personas con amargura se vuelven muy dependientes de la realidad que desean cambiar, pues es en ese cambio donde se proyecta su felicidad.

La persona amargada necesita ayuda, pero hay que ponerse un traje antivirus porque su cercanía puede destrozar la autoestima. Estas son algunas sugerencias:

  • No tomarse al pie de la letra lo que dice
  • No considerar sus ataques como algo personal
  • Hablar de lo que les sucede, pero con un cierto desapego
  • Ver con ella otros puntos de vista
  • Hacer todo lo anterior durante un tiempo limitado
  • Detectar sus comportamientos pasivo-agresivos y señalarlos
  • No reaccionar a su cinismo, es mejor salir del terreno de juego
  • omarse un tiempo para uno mismo y descansar de la nube amarga

por Isabel Serrano-Rosa (c) psicóloga y directora del centro EnPositivoSí

Publicado el 30 de noviembre 2022

https://www.elmundo.es/vida-sana/mente/2022/11/30/63848ff0fdddff940e8b45dc.html

¿Qué caracteriza una relación sana de pareja?

 

Nada produce más emociones positivas y sentido del bienestar que las relaciones humanas satisfactorias, de la misma forma que los conflictos en el ámbito de las relaciones producen un enorme sufrimiento.

Isabel Serrano Rosa, directora de enpositivoSI, nos dice que hablar de pareja hoy es remitirse a momentos de cambio y transformación.  Más allá de que la elección de la pareja tenga un fuerte componente inconsciente, tenemos que saber que llegará el momento en el que la pareja nos va a decepcionar y nosotros a ella. La pasión con el tiempo disminuye y el equilibrio del amor sólido conlleva grandes dosis de perdón y agradecimiento. Una relación sana evoluciona con el paso del tiempo. Según los psicólogos Bader y Pearson, esta evolución se desarrolla en estas cuatro etapas:

  1. Etapa  de Fusión la fase del “somos uno:  basada en la pasión, aunque como nos dice Isabel Serrano, la evolución sana de la relación será con el paso del tiempo convertirnos de nuevo en dos. Es inevitable, pero cuando la pareja no acepta esta evolución se produce un momento de crisis.
  2.  Etapa de Diferenciación: Momento en el que la relación que se basa en la intimidad. Se necesitan espacios propios sin el otro miembro, nuestra pareja ya ha podido diferenciarse e incluso decepcionarnos. Hay parejas a las que les cuesta evolucionar, viven las diferencias como traiciones o faltas de respeto. En este momento es fundamental valorar y mostrar interés por lo que el otro hace.
  3. Etapa Práctica: Esta fase está basada en el compromiso. Las parejas buscan soluciones en lugar de rumiar los problemas. Cómo nos recomienda Isabel, si hay problemas, háblalos con tu pareja mejor que con terceros. Con los amigos uno se desahoga, pero no se resuelven los problemas.
  4. Etapa de Acercamiento:  Se integran los tres ingredientes del triángulo del amor que son Intimidad+Pasión+Compromiso. Se amplía la idea de relación, hay más cosas que se pueden hacer en pareja y se buscan nuevas experiencias que se ajusten a nuevas necesidades. Es el momento de reencontrarse con el Nosotros, sumando el tú y el yo.

Mantener la relación implica aprender a evolucionar y crecer junto al otro manejando las adversidades y las diferencias.  No hay magia, la creación de una relación feliz requiere compromiso y empeño. Una relación sana significa, dar amor, respeto y apoyo, y  lo mismo a cambio, y cuando decimos sana no significa «perfecta»,  toda relación tiene sus defectos o debilidades.

 

 

 

 

 

Traumas emocionales

Traumas emocionales y sus consecuencias

En la vida cotidiana cuando hablamos de traumas nos referimos a sucesos extraordinarios que dejan una huella en nuestra necesidad de sentir seguridad y previsibilidad del mundo que nos rodea. Las catástrofes naturales, los accidentes, el terrorismo o los abusos sexuales son vivencias con un gran impacto psicológico, pero que pueden ser integradas, siempre y cuando sean verbalizadas y elaboradas, siempre que haya un contexto humano que dé una respuesta de contención y apoyo, aún así, algunas veces será necesario acudir terapia.

Sin embargo, existen otro tipo de traumas a los que podemos denominar microtraumas que no son tan llamativos, pero que producen otras carencias, siendo uno de los motivos más frecuentes por las que muchas personas se acercan a la consulta de un terapeuta. El sufrimiento que provocan las frustraciones en los estados emocionales básicos durante nuestra infancia y adolescencia es sin duda uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos en terapia.

Hablamos de la necesidad de recibir pruebas de amor durante nuestra infancia, que nuestro amor sea aceptado, de ser atendidos con regularidad, es decir, de poder mantener una relación afectiva e interactiva con al menos una persona y que ésta se muestre dispuesta a entender nuestros estados emocionales cuando ni siquiera nosotros mismos los entendemos. Poder disponer de alguien con el que poder desarrollar una relación intersubjetiva, es clave para que nos aporte confianza y seguridad en nosotros mismos.

Cuando esa necesidad es crónicamente insatisfecha, provoca lo que se denomina trauma emocional contextual,  ya que se produce en el contexto de la relación entre el niño y sus cuidadores. Los niños necesitan ver reflejados sus estados mentales en los padres para poder internalizar una representación secundaria de los mismos. La repetición de estas experiencias permiten al niño de ser consciente de sus estados emocionales, le ayudarán en la construcción de sí mismo como ser humano y mejorarán su bienestar psicoemocional. El feedback y el reconocimiento de los padres permitirá que el niño se reconozca en ellos y pueda conocerse, valorarse mejor y tener una mejor autoestima.

En las sesiones de psicoterapia intentamos reconstruir esa intersubjetividad que no ha podido desarrollarse en la infancia, de esta forma, la persona podrá redescubrirse y relacionarse de una forma segura sin mantener en la oscuridad partes de sí mismo que no fueron legitimadas en sus primeras relaciones.

Photo: (c) Asdrubal Luna – Unsplash

 

De relaciones tóxicas a relaciones sanas

Acabar con algunos comportamientos tóxicos que afectan en la infancia (2ª parte)

¿Que podemos hacer para evitar un ambiente familiar “tóxico” en  nuestra familia?

La mayoría de los padres queremos proporcionar a nuestros hijos una infancia feliz, sin embargo, en algunos casos, la familia puede convertirse en un factor de desequilibrio emocional, debido a una serie de rasgos tóxicos que afectan negativamente a los niños en tanto su salud física como emocional, en nuestro artículo puedes recordar y leer cuáles sobre esos comportamientos   http://enpositivosi.com/blog/?p=1315 Para poder cambiar esa dinámica,  lo primero es aceptar que no somos perfectos, sin enjuiciarse,  después, cambiar aquellas partes que no son positivas ni para nosotros ni para nuestros hijos, para eso te dejamos algunos recursos prácticos para acabar con ese ambiente:

  • Cambio de actitud: Reconocer las actitudes tóxicas que se puedan tener no es uan tarea fácil, muchas veces porque son pautas con las que algunos padres han sido educados, y otras, por puro desconocimiento, por eso, es importante que pensemos que todo lo que el niño vive, escucha, las relaciones que tiene en su entorno o el ambiente donde crece, son factores que van conformando su cerebro en desarrollo, debemos adoptar un estilo educativo donde se establezcan normas y límites desde la amabilidad, pero también con firmeza.  Por tanto, debemos centrarnos en la idea de que nuestra familia tiene que ser siempre una fuente de cariño y seguridad para nuestro hijo y no una causa de inseguridad o ansiedad.
  • Apostar por la comunicación familiar positiva: Habla con ellos y explicáles los peligros y consecuencias de sus actos. Si los niños viven con miedo lo que no conocen, pueden convertirse en el futuro en personas inseguras. Tienen que ser capaces de valorar por sí mismos los riesgos según van creciendo y los padres debemos darles la oportunidad de que lo hagan, aunque a veces se equivoquen.
  • Tu hijo es mucho más que sus resultados: Evita transmitirle la idea de que sólo cuando “se porta bien” y es obediente le quieres, es imprescindible que los niños sepan que les queremos siempre, hagan lo que hagan, sin condiciones, pero haciéndole saber que hay comportamientos que no nos gustan y no podemos permitirlos. Si condicionamos nuestro cariño a su actitud, crecerá pensando que no merece el amor de su familia.
  • Evitar la sobreprotección: Es necesario que tus hijos adquieran  progresivamente autonomía y realicen actividades por sí solos. Los padres tenemos la obligación de cuidar a nuestros hijos, pero evitando sobreprotegerlos. Para que puedan aprender, los niños tienen que explorar nuevos mundos y vivir nuevas experiencias, de esta forma conseguirán desarrollarse de una forma sana.
  • Educar en responsabilidad, no en la culpa: Cuando educamos en la culpa, el niño tiene tendencia a sentirse mal por lo que ha hecho, pero no aprende la manera correcta de actuar, sino que crecerá adoptando actitudes defensivas y evasivas, ya que es consciente de no haber cumplido las expectativas de los demás. Mientras que si educamos en la responsabilidad, el niño será capaz de integrar cada error como parte del proceso de aprendizaje, se sentirá implicado en su proceso de cambio, tendrá conciencia de que cada acto está vinculado a una consecuencia y sabrá gestionar sus propias emociones.

Recuerda que la familia tiene que ser siempre una fuente de cariño y seguridad para nuestro hijo y no una causa de inseguridad o ansiedad.

Photo by John-Mark Kuznietsov on Unsplash