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A ENVIDIA

«La envidia era mil veces peor que el hambre porque era hambre espiritual» Miguel de  Unamuno

Marcos juega en el parque. Acaba de cumplir cuatro años y disfruta de su regalo, su primer coche teledirigido. De repente ve como otro niño acompañado de sus padres entra en la zona de juegos. Es algo mayor que Marcos e intenta torpemente lanzar una peonza ante el alborozo de sus progenitores. Se siente atraído por la escena y deja el coche de lado mientras mira con atención. Señala a su padre lo que sucede a pocos metros y éste hace un intento de hacerle caso mientras levanta sus ojos del periódico por un instante. “¡Quiero eso!, ¡quiero eso!” exclama Marcos enfadado y excitado a la vez. Poco después la familia se aleja pero Marcos está cariacontecido. Su padre no sale del asombro de que el pequeño se quede amargado por no tener una humilde peonza en vez de seguir divirtiéndose con el coche.

La envidia es un sentimiento de frustración que emerge en la comparación con otros semejantes. En este duelo comparativo el envidioso siente que sale perdiendo y lo atribuye a una injusticia, quedando a merced de la tristeza por su carencia y la rabia por el que siente más dotado o con más suerte. Es difícil reconocer la envidia en uno mismo porque va asociada al deseo de arrebatar o destruir lo bueno que el envidiado tiene y eso es moralmente reprobable, sin embargo  todos podemos recordar las rivalidades entre hermanos y las envidias que despertaban desde bien pequeños. Y es que la envidia se da con más frecuencia entre personas próximas: familiares, amigos, compañeros de profesión, vecinos… En muchas ocasiones el ambiente queda contaminado por las críticas, el sarcasmo, el desdén o el humor negro. La envidia destruye la autenticidad de las relaciones. En vez de fomentar la cooperación y la gratitud fomenta el resentimiento.

El envidioso no puede alegrarse del éxito ajeno porque es interpretado como algo que subraya más su inferioridad, su carencia. Sólo la mediocridad parece que puede calmarle. La envidia daña la capacidad de disfrutar de las alegrías de los demás y por ello genera sentimientos de soledad. Si volviéramos a la viñeta del principio podríamos hipotetizar que lo que verdaderamente llama la atención de Marcos es la alegría familiar compartida en contraste con su madre ausente y su padre distraído tras el periódico. La peonza tiene menos protagonismo del que parece.

Desde el punto de vista práctico, envidiar es perder el foco en nosotros y nuestros recursos para estar pendientes de los demás e idealizar sus características o logros. Podemos pensar que si fuéramos más jóvenes o tuviéramos más dinero o quizá más éxito social seríamos personas más satisfechas, nuestra vida sería otra. De esta forma dejamos la llave de la felicidad en circunstancias externas que pueden no estar presentes en nuestra realidad actual a la vez que dejamos de ver todo lo que sí podemos gozar.

 Consejos para afrontar la envidia:

    •      Ante todo reflexionar sobre nuestros sentimientos y aceptar nuestra envidia.
    •      Promover en su lugar la admiración y el respeto.
    •      Identificarnos  con otras personas participando en lo valioso que puedan tener.
    •      Valorar nuestra vida y nuestras capacidades. Ser conscientes de quienes somos.
    •      Mejorar en lo que podamos disfrutando del viaje.
    •      Huir de la victimización y sentirnos agentes y responsables de nuestras vidas.

 Cómo detectar al envidioso:

    • Intenta estropear tu ilusión.
    • Te roba el mérito.
    • Te critica en público.

  Cómo comportarse ante la envidia:

    •  Ser empático. ¿Por qué esta persona se está comportando así? ¿Algo de lo que yo hago contribuye a ello?
    •  Hablar del tema con el interesado. Tal vez mediante la comunicación se establezcan puentes de entendimiento que debiliten la envidia
    •  Prescindir del contacto con esa persona. Si nada funciona o es alguien que no nos interesa lo mejor es evitarle.

 (Imagen: Envidia según El Bosco – Cuadro Pecados Capitales)

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