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La magia de ordenar

01_orden_mananaem_570x285La felicidad de tener todo en su sitio

No somos conscientes hasta que punto un ambiente desordenado puede influir en el ánimo y en la toma de decisiones en nuestra vida. El ruido, el desorden y la acumulación de objetos proporcionan un ambiente negativo que estanca y satura nuestra energía, porque no es lo mismo vivir  en un lugar limpio y acogedor que hacerlo en otro que es un completo desastre. Marie Kondo, la experta japonesa en orden,  nos dice que cuando ordenas tu casa,  también pones orden en tus asuntos y en tu pasado y eso tiene consecuencias positivas en tu vida. De esta forma, ordenar también puede formar parte de la terapia, porque el desorden condiciona desde la productividad hasta la pareja, nos cuenta Isabel Serrano en el programa de La cadena Ser.

Si quieres más consejos y si además quieres aprender a organizar y ordenar tu vida y tu entorno, no te pierdas este podcast del programa de Elía Granados. «Mañana empiezo a Ordenar» de la Cadena Ser en el que ha participado Isabel Serrano. Todo un reto…

 

Entrevista de Isabel Serrano

Navidad en positivo

No te pierdas esta entrevista de Isabel Serrano, nuestra directora del centro enpositivoSÍ  y psicóloga de cabecera de la revista Gente Saludable RTVE,  donde nos da algunas estrategias para vivir una Navidad sin ansiedad, melancolía o estrés.

CGS ENTREVISTA - ISA

La envidia

A ENVIDIA

«La envidia era mil veces peor que el hambre porque era hambre espiritual» Miguel de  Unamuno

Marcos juega en el parque. Acaba de cumplir cuatro años y disfruta de su regalo, su primer coche teledirigido. De repente ve como otro niño acompañado de sus padres entra en la zona de juegos. Es algo mayor que Marcos e intenta torpemente lanzar una peonza ante el alborozo de sus progenitores. Se siente atraído por la escena y deja el coche de lado mientras mira con atención. Señala a su padre lo que sucede a pocos metros y éste hace un intento de hacerle caso mientras levanta sus ojos del periódico por un instante. “¡Quiero eso!, ¡quiero eso!” exclama Marcos enfadado y excitado a la vez. Poco después la familia se aleja pero Marcos está cariacontecido. Su padre no sale del asombro de que el pequeño se quede amargado por no tener una humilde peonza en vez de seguir divirtiéndose con el coche.

La envidia es un sentimiento de frustración que emerge en la comparación con otros semejantes. En este duelo comparativo el envidioso siente que sale perdiendo y lo atribuye a una injusticia, quedando a merced de la tristeza por su carencia y la rabia por el que siente más dotado o con más suerte. Es difícil reconocer la envidia en uno mismo porque va asociada al deseo de arrebatar o destruir lo bueno que el envidiado tiene y eso es moralmente reprobable, sin embargo  todos podemos recordar las rivalidades entre hermanos y las envidias que despertaban desde bien pequeños. Y es que la envidia se da con más frecuencia entre personas próximas: familiares, amigos, compañeros de profesión, vecinos… En muchas ocasiones el ambiente queda contaminado por las críticas, el sarcasmo, el desdén o el humor negro. La envidia destruye la autenticidad de las relaciones. En vez de fomentar la cooperación y la gratitud fomenta el resentimiento.

El envidioso no puede alegrarse del éxito ajeno porque es interpretado como algo que subraya más su inferioridad, su carencia. Sólo la mediocridad parece que puede calmarle. La envidia daña la capacidad de disfrutar de las alegrías de los demás y por ello genera sentimientos de soledad. Si volviéramos a la viñeta del principio podríamos hipotetizar que lo que verdaderamente llama la atención de Marcos es la alegría familiar compartida en contraste con su madre ausente y su padre distraído tras el periódico. La peonza tiene menos protagonismo del que parece.

Desde el punto de vista práctico, envidiar es perder el foco en nosotros y nuestros recursos para estar pendientes de los demás e idealizar sus características o logros. Podemos pensar que si fuéramos más jóvenes o tuviéramos más dinero o quizá más éxito social seríamos personas más satisfechas, nuestra vida sería otra. De esta forma dejamos la llave de la felicidad en circunstancias externas que pueden no estar presentes en nuestra realidad actual a la vez que dejamos de ver todo lo que sí podemos gozar.

 Consejos para afrontar la envidia:

    •      Ante todo reflexionar sobre nuestros sentimientos y aceptar nuestra envidia.
    •      Promover en su lugar la admiración y el respeto.
    •      Identificarnos  con otras personas participando en lo valioso que puedan tener.
    •      Valorar nuestra vida y nuestras capacidades. Ser conscientes de quienes somos.
    •      Mejorar en lo que podamos disfrutando del viaje.
    •      Huir de la victimización y sentirnos agentes y responsables de nuestras vidas.

 Cómo detectar al envidioso:

    • Intenta estropear tu ilusión.
    • Te roba el mérito.
    • Te critica en público.

  Cómo comportarse ante la envidia:

    •  Ser empático. ¿Por qué esta persona se está comportando así? ¿Algo de lo que yo hago contribuye a ello?
    •  Hablar del tema con el interesado. Tal vez mediante la comunicación se establezcan puentes de entendimiento que debiliten la envidia
    •  Prescindir del contacto con esa persona. Si nada funciona o es alguien que no nos interesa lo mejor es evitarle.

 (Imagen: Envidia según El Bosco – Cuadro Pecados Capitales)

Los celos

Los celos, “El monstruo de los ojos de los ojos verdes”

Los celos son un fenómeno complejo lleno de contrastes y ambigüedades que cuesta analizar a pesar de que son una experiencia cotidiana. Todos hemos sentido alguna vez en nuestra vida la punzada de los celos, ese “monstruo de los ojos verdes” en palabras de Shakespeare que nos confunde o nos atrapa para alejarnos del amor precisamente cuando más lo estamos buscando.

Tener celos es una emoción negativa 

Todas las emociones, positivas o negativas, tienen una función adaptiva y constructiva, las negativas son energías que nos protegen como individuos, mientras que las positivas nos ayudan a evolucionar como individuos y como especie. Tener celos es la emoción negativa que nos avisa que podríamos perder a nuestro ser amado porque hay un tercero en el horizonte.  El amor es la emoción positiva que sirve de contrapunto a los celos. 

Tal como indica Maslow, hay un amor que busca lo mejor para la otra persona amor de plenitud y el amor que es dependencia de la otra persona amor de deficiencia. Los celos destructivos manifiestan la ambivalencia del amor de dependencia.  Esa punzada en el pecho o el estómago que sentimos cuando un rival real o imaginario amenaza una relación amorosa (Pines, 1998) es la componente biológica de los celos. La emoción es el miedo al abandono y a perder al ser amado que subyace en todos nosotros desde nuestra más tierna infancia.  El aviso para que nos pongamos en acción con el objetivo de evitar ese dolor. Y la evitación del dolor es innata en todo ser humano.

A partir de esta sensación de disgusto se ponen en funcionamiento los archivos remotos aprendidos que contienen imágenes, creencias y temores de nuestra cultura y de nuestra historia personal y relacional, por lo que podemos actuar de manera constructiva intentando entender qué nos pasa y qué es lo que ocurre en nuestra relación para abrir paso a un proceso de diálogo.  O por el contrario, reaccionamos de manera destructiva convenciendo o controlando al compañero para que haga los cambios que alivien nuestro malestar lo que supone más sufrimiento y sensación de impotencia. Cuando esto ocurre los celos nos sitúan en un territorio intermedio entre la realidad y la fantasía, fractura por la que incluso se cuela la locura. ¡Todos conocemos el poder destructivo de los celos!

Si bien los celos son una experiencia universal (Fischer 2004, Freud, 1922, Pines 1998) hay una fuerte componente cultural en cómo se expresan. Las culturas latinas conciben los celos como compañeros del amor, la sensación de que le importamos al otro “el que no está celoso no está enamorado” decía San Agustín. Para las culturas anglosajonas son emociones incorrectas que no se deben mostrar a los demás, “nacen del amor a sí mismo más que del amor al otro” (Rochefoucauld).

Las cosas están cambiando rápidamente pero a día de hoy aún podemos observar diferencias entre hombres y mujeres a la hora de expresar los celos.  Los hombres tienden a negar los celos porque dañan su ego. Los expresan mediante cólera, ira e incluso violencia, si bien, luego se sienten abatidos más fácilmente. Se fijan más en la componente sexual. Exteriorizan la causa de los celos echando la culpa a la pareja, al rival o a las circunstancias, por eso, suelen adoptar una actitud competitiva ante el rival.  Las mujeres tienden a reconocer los celos y a ver amenazada su seguridad y la de sus hijos. Más dependientes pasan a formas de agresión pasiva o manipuladora. Suelen fijarse más en la relación emocional entre el compañero y la rival. Internalizan la causa de los celos y pueden echarse la culpa a sí mismas, por lo que, tienden a adoptar una actitud posesiva y se aferran a su compañero.

Los celos se confunden con la envidia pero no son lo mismo

    • Si sientes envidia deseas, consciente o inconscientemente, lo que el otro tiene. Es una relación diádica donde el malestar y la hostilidad activa o pasiva surge de la sensación de carencia con respecto a lo que el otro posee. Puede ser belleza, dinero, juventud, estudios, etc.
    • Los celos son una experiencia triádica al temer perder a la persona amada frente a un rival. Es el temor a perder algo que ya posee. Cuando se entrelazan las dos emociones la experiencia es doblemente dolorosa.

Los celos normales favorecen los cambios personales y relacionales, los patológicos perjudican a uno mismos, al otro y a la relación. Existen diferentes tipos de celos, Freud los clasificó de la siguiente manera:

    • Competitivos. Sentirse amenazado por una relación paralela reconocida.
    • Proyectivos. Sensación de vulnerabilidad ante la amenaza del rival. Incluye miedos y obsesiones. Dudan de sobre la veracidad de sus sospechas. Asociados a personalidades con rasgos dependientes o paranoides.
    • Ilusorios. Llamado también el síndrome de Otelo o celotipia. Distorsión de ideas, delirio e incluso violencia. La persona considera que sus sospechas son la realidad a pesar de las evidencias. Es un problema psiquiátrico que necesita tratamiento médico.

 

* Este artículo es propiedad de Isabel Serrano y de EnpositivoSÍ  y no debe publicarse sin permiso previo

Imagen : Edvard Munch – Celos